jueves, 28 de abril de 2011

Turismo y asepsia



Lo que nos mostráis en primer lugar, ¡Oh viajes!, es nuestra inmundicia arrojada al rostro de la humanidad.
Claude Lévi-Strauss

Cunin, refiriéndose a las visitas de cruceros a Cartagena, dice que la forma de presentar este destino trata de excluir a los nativos, “[e]n general – dice - se presenta el lugar y no su población”. Los habitantes son un sector problemático, deben ser adecuadamente vigilados y mantenidos a raya para que no molesten a los turistas. La autora considera que son vistos como “delincuentes, en el modo exclusivo de la culpabilidad”. Aún así, incluye un comentario que me ha llamado más la atención. Dice que ellos son “una presencia incongruente con un decorado de museo”[1]. Así, estos invasores del espacio público son unas presencias incómodas para una imagen de la ciudad, creada para el turista, que responde a otros tiempos y otras condiciones sociales. Me parece entonces que los nativos son vistos como “mugre” en relación a un espacio totalmente aséptico.

Pero la gente que puede aparecer como “mugre” en el turismo no son solo los nativos. Recuerdo ahora que una indígena me comentaba que los mamos arhuacos habían rechazado al turismo en Nabusímake diciendo que los turistas “dejan sólo la mugre”. Me imagino que ellos se referían directamente a los residuos sólidos, pero creo que la afirmación pretende ser más amplia que esto. No conozco mucho del caso, pero si se me permite el uso de un poco de imaginación, podría pensar que en medio de la asepsia que buscan para este espacio (asepsia espiritual, cultural, étnica o cualesquier otra) los turistas son vistos como los portadores de la “mugre”. Quizás más aún, puede que ellos mismos –en lugar de los nativos como en el caso anterior - sean vistos como la “mugre”.

Visto esto así, mi imaginación no deja de figurar el turismo como un gran partido de tennis donde unos y otros se arrojan mutuamente esa “mugre”. Cada quien arroja la inmundicia al rostro de la humanidad. De la humanidad del Otro.


[1] Cunin, Elisabeth. 2006. “‘Escápate a un Mundo… fuera de este Mundo’: turismo, globalización y alteridad. Los cruceros por el Caribe en Cartagena de Indias (Colombia)”. En: Boletín de Antropología Universidad de Antioquia, Vol. 20 N.o 37, pp. 131-151.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Sobre la sociedad etnosófica I

Sin pretender apartarse de los postulados conceptuales definidos por la ciencia, vista como el modelo hegemónico de pensamiento occidental, irrumpimos en su orden y desarrollo lógico para abrirnos hacia un espacio reflexivo y extenso que permita el acercamiento a diversas formas de pensamiento  en diferentes etnias, pueblos, sociedades, contextos, culturas (o como se quieran llamar), que en muchos casos se oponen al paradigma científico pero que, al igual que éste, son construcciones significativas de la realidad que demarcan y definen límites ontológicos conformando así verdaderos sistemas simbólicos (cosmológicos, filosóficos, políticos, artísticos, etc.) que responden a los interrogantes existenciales fundamentales de todo ser humano en cuanto miembro de una sociedad.
Las diferentes construcciones sociales y subjetivas de la realidad contienen implícitamente un gran saber sobre lo que podríamos denominar “antropología filosófica”, y por ello son incomparablemente valiosas a la hora de abordar las crisis actuales de las sociedades occidentales modernas.
Por ello comenzamos a abordar desde una conciencia racional -que obedece a una lógica-analítica a partir de definiciones conceptuales objetivas-, las diversas perspectivas de la conciencia simbólica, estética y trascendente, sobre las cuales está fundamentado la relación hombre-sociedad-mundo en diferentes contextos culturales. Queremos volver hacia las formas de creación mito-poéticas, es decir, simbólico-estéticas, para entregarle de nuevo al ser humano su papel de “agente creador a partir de lo sensible” (o artista) en los procesos de interacción consigo mismo, con su contexto social y su entorno  natural desde de los cuales construye y expresa su realidad  través de relaciones significantes (simbólicas).  
Así pues, uno de los principales objetivos de esta “sociedad etnosófica” es abrir y ampliar las fronteras de nuestra conciencia para establecer una relación intercultural y dialógica entre diversos paradigmas de realidad y así alcanzar una verdadera voluntad de entendimiento hacia el otro que todos somos.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Sobre Morgan, Coppens y el evolucionismo

“La humanidad está a punto de dar una gran salto, y esta vez será el propio ser humano el causante de esta revolución, para un descubrimiento que le cambiará la vida” Son estas las palabras con las que Yves Coppens nos comienza a relatar un acontecimiento definitivo en la evolución de la humanidad: el descubrimiento del fuego. Antes, al inicio del documental sobre la evolución humana “La odisea de la especie“, donde nos expone estos descubrimientos y procesos claves la historia natural y social de la especie humana, iniciaba con la expresión “imaginemos” y es esta la palabra clave en su relato ya que, aunque está basado en gran medida en datos arqueológicos y en la teoría evolucionista que ha visto su mas grande expositor en la persona de Henry Lewis Morgan, también posee una gran cantidad de detalles que le dan este carácter anecdótico que no pueden haber sido deducidos directamente a partir del registro arqueológico ni de la teoría social, siendo su origen la imaginación del autor. No pretendemos con esto poner una objeción a tal obra, tales detalles tienen principalmente el objetivo de darle colores a la historia, de poner a funcionar la imaginación que es un elemento tal necesario para cualquier reconstrucción histórica sin quitarle objetividad, pero estos colores - como trataré de argumentar en adelante - tienen una central importancia en la obra y nos muestran muchas cosas más generales sobre como occidente en general y la teoría evolutiva en particular ha imaginado (se ha creado una imagen) de la historia de la humanidad y el lugar suyo y de los demás pueblos en ella.

Sospecho que aún no queda claro a que me refiero con  tales colores ni de que manera el relato del paleontólogo francés ayuda a la comprensión de lo último. Continuemos entonces de modo que la anécdota se vuelva una ilustración adecuada para la exploración de tales perspectivas teóricas. Empecemos por notar que no se trata de un relato general y abstracto de cómo el ser humano adopta el fuego sino un relato completo y localizado: el suceso tiene sus protagonistas precisos. El descubridor es llamado “el tuerto”, se trata de un Homo habilis que por su curiosidad ya ha llegado a perder un ojo. Realiza su descubrimiento por casualidad, cuando se dirige a un árbol que arde. Tomando la llama por un furioso animal que ya ha causado grandes destrozos a los suyos es guiado por el deseo de demostrarse que “es capaz” de matarlo .  Todos sus compañeros se alarman y le gritan que no lo haga, pero él continúa, obstinado. Entierra su lanza en la llama “hiriendo” al animal y al hacerlo la punta de la misma queda encendida, todos piensan que un fragmento del animal se había aferrado, todos menos el sabio que fue el primero en entender lo que había sucedido. Este último marcha y toma control sobre él. Es así como, gracias a estos dos personajes brillantes, uno por su prudencia e inteligencia y otro por su intrepidez y valentía, empieza el dominio del fuego por el hombre. Esta historia tuvo lugar en todos los lugares donde vivían seres humanos, no siempre de la misma manera pero si en el mismo momento.

¿Por qué hacer la descripción a partir de esta suerte de relato preciso con personajes y situaciones tan particulares que sabemos imposible de que haya tenido lugar tal como se nos cuenta, de haber sido deducido directamente del registro material que nos deja el pasado remoto? Después de todo ningún fósil o lítico nos puede decir con precisión que haya habido un sujeto que llamaran “el tuerto”, que haya sido intrépido y haya tomado el fuego por un animal, que lo haya atacado y que otro más cauto y reflexivo haya tenido la idea brillante de manipularlo. Bien sabemos que la arqueología nos da información más general y que puede ser interpretada de múltiples formas, este relato permite contar la aparición del fuego de forma amena y creativa (cosa que no es en absoluto de desdeñar), pero creo que en ello hay más. Se trata de una forma de entender la historia que toma los descubrimientos e inventos por el motor del cambio social, que toma como causa de estos cambios en la aparición de unas condiciones naturales y sociales que se han hecho adecuadas por largos y difíciles procesos y que, finalmente, considera que se necesita del genio de individuos concretos que lleven a cabo tales cambios. Tal vez alguien a leer esto rememore las tantas veces citadas palabras que Morgan escribe al inicio de la sociedad primitiva: “el hombre inició su carrera al pie de la escala y trabajó su acenso del salvajismo a la civilización, mediante las lentas acumulaciones de la ciencia experimental […] por una sucesión tan natural como necesaria de progreso. […] aparece como probable ante las condiciones bajo las cuales se produce todo progreso y el conocido adelanto de varias ramas de la familia a través de dos o más de tales condiciones.” (Morgan, 1972; 21) No en coincidencia: se trata de una misma corriente de pensamiento que refleja algunos de los valores mas resaltables del occidente actual así como las particularidades que este individuo logro imprimir en el mismo. Revisemos entonces el pensamiento de Morgan para que sea este el que nos hable del evolucionismo en la actualidad, a la vez que Coppens nos sirve como ejemplo actual para mostrar que, como insiste Vasco (1994), Morgan sigue vivo, aunque no tanto por la actualidad o falsedad de sus pensamientos, sino porque estos siguen presentes, conciente o inconcientemente, en el pensamiento social de la actualidad.

*          *          *

En lugar de comenzar a enunciar planteamientos teóricos particulares de este autor, sería adecuado pensar cual es su pensamiento básico, el pilar en el que se apoye el resto de su reflexión teórica, y a su vez para esto necesitamos hacer referencia a algunas características del pensamiento de su época. Primero debemos recordar que en el siglo XVIII y XIX se privilegió el pensamiento con parámetros temporales, en contraposición al pensamiento mas enfocado en parámetros espaciales que aparecería después. Así cobró fuerza lo que muchos filósofos llamarían la “historia conjetural” y las filosofías de la historia como la de Kant en el XVIII y la de Hegel en el XIX. De esta manera podríamos decir que la ciencia social por excelencia de este tiempo es la historia mientras que luego la geografía reclamaría este lugar, no es que una haya reemplazado a la otra sino que cada una en su momento tuvo un lugar privilegiado y transversal a las demás ciencias, sirve recordar para esto anécdotas como que Voltaire considerará solo verdadera ciencia a la primera. Otro elemento que nos parece importante para contextualizar el pensamiento de Morgan es la obra de Herbert Spencer, autor que muy posiblemente debía conocer y que, de todas maneras, tendría gran influencia sobre el pensamiento de su época (piénsese sólo a modo de ejemplo la influencia que tuvo sobre Darwin en el concepto de Survival of the fittest). Este autor trataba de unir el pensamiento social al biológico planteando que ambos ordenes se regían por los mismos principios: la sociedad es un gran organismo, y de esto se deducen dos planteamientos importantes, primero que una sociedad puede ser individualizada, no como principio metodológico sino conforme a su propia naturaleza; segundo que la sociedad al igual que los organismos biológicos tendía a una tendencia al crecimiento y complejización progresivas de sus estructuras.

De esta manera tenemos tres características básicas de la obra de Morgan: Primero que todo, buscaría crear una teoría científica de la historia, o mas bien, de la prehistoria de la humanidad en lugar de una teoría sincrónica del funcionamiento o orden interno la sociedad como las que mas tarde generarían el funcionalismo y el estructuralismo, aunque la falta de datos lo demorarán varias obras hasta que pudiera proponer un modelo general. Segundo, consideraba válido individualizar una sociedad en su estudio, cosa que es importante señalar pues si no hubiera considerado cada sociedad separable, algo así como el organismo separado del resto (cosa que no significa no influenciable por otros y su entorno) no hubiera podido realizar su clasificación de las sociedades en periodos étnicos, además esto le resulta una herramienta indispensable para entender la diferencia, solo una división tajante entre una sociedad y la otra le permite decir que están en periodos diferentes. Por ultimo, el crecimiento y complejización de estructuras como vía “tan natural como necesaria” del desarrollo de las sociedades sería el axioma sobre el que montaría su teoría de la senda histórica que deben atravesar todas las sociedades, dado que pudo establecer un orden entre los distintos tipos de sociedades partiendo que las primeras históricamente debieron ser las “simples” y que las mas “complejas” eran mas avanzadas. Hasta donde sabemos no hay ninguna parte de la obra de Morgan donde se cuestione seriamente sobre el significado de los términos de simple y complejo, volveremos sobre este problema más adelante.

La sociedad según Morgan es entonces un objeto no terminado, en continuo proceso de ascenso o complejización por una línea ya definida y universal. Sin embargo no todas las sociedades la transitan a la misma velocidad. Esta línea marca la unidad del género humano mientras que este principio del desarrollo diferencial explica la diferencia cultural. Tal nivel de desarrollo no debe ser confundido con los inventos y descubrimientos, ni los modos de subsistencia, ni las instituciones o estructuras sociales, todas ellas son solamente manifestaciones de tal estado. En este sentido Morgan parece aplicar a las sociedades la división Kantiana entre el noúmeno o cosa en sí y el fenómeno o sus manifestaciones concretas que corresponden a los que podemos percibir del objeto: los fenómenos nos permiten deducir información sobre la cosa en sí pero no son la cosa en sí.

Ahora, a pesar de que los diferencia del nivel de desarrollo, nos parece que en el caso preciso de los inventos y descubrimientos Morgan si los considera además la causa del desarrollo. Algo muy diciente al respecto es el hecho de que aún cuando Vasco (1994) trataba de negar este hecho termina contradiciéndose al citar las siguientes palabras de Morgan: “Una sucesión de invenciones de gran necesidad y adaptadas a una condición mas baja, originando una nueva época en el progreso humano.” (Morgan citado en Vasco, 1994; 69 Destacado mío). Esto muestra en que medida Morgan refleja el pensamiento de su sociedad y su época: ésta, marcada por su visión tecnocrática del mundo no vacila en adoptar la tecnología como medición del progreso, nivel de desarrollo, evolución (dígase como se quiera, finalmente te refiere al valor) de una sociedad.

Se vuelve importante aquí retomar ese concepto de “complejidad”. Ya mencionamos que no hemos encontrado en Morgan una reflexión clara sobre a que se refiere este concepto, no es fácil encontrar un autor que lo haga, una de las pocas definiciones claras se encuentra en Rojas[1] y se refiere a que en un sistema hay múltiples causas que producen múltiples consecuencias. Pero si es así ¿no tienen tantas de estas sociedades “bárbaras” sistemas de parentesco y memoria genealógica mucho mas compleja que las “civilizadas“? No considerar este tipo de datos, aún cuando se tienen los datos frente a los ojos muestra que mas que un hecho científico que complejidad social lo que el autor está clasificando es el nivel de similitud de otras sociedades con la suya propia, y a partir de eso las ubica en una escala evolutiva como mas o menos avanzadas. Recordamos a propósito de esto un momento del documental de Coppens en el que, luego de ubicar los Homo sapiens como nuestros ancestros, y a los Neandertales como los que no son nuestros ancestros, representa un encuentro entre ambos llegando el momento en el que dice:

“Cuando Homo sapiens se encuentra a Neandertal lo toma por un bruto subdesarrollado e ignorante, un salvaje y un antropófago, sin embargo después descubre que tiene unas creencias y unas costumbres refinadas.”

Bien sabemos que esta impresión pertenece al autor y no al Homo sapiens histórico. ¿Por qué el autor ha imaginado una impresión tan curiosa? Porque ya ha ubicado a Homo sapiens como nosotros en contraposición a Neandertal como los otros, es decir, reproduce exactamente la impresión que sintió el occidente de la época de Morgan, de los primeros días de la antropología respecto a las otras sociedades: primero los vieron como subdesarrollados, como carentes de, como salvajes y antropófagos, después tuvieron que conjugar todo eso con un hecho que los sorprendió profundamente, que estas gentes tuvieran cultura: he aquí la obra de Morgan.

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Parece que algo quedara faltando. Empezamos mostrando como nos llamaba la atención el carácter anecdótico del relato de Coppens, su énfasis en sucesos particulares protagonizados por individuos concretos en situaciones tan singulares. Ello no parece tener mucha coherencia con el carácter cientificista de Morgan concentrado en una teoría general del desarrollo de la humanidad y no en historia de individuos particulares, pero si miramos con mas cuidado encontramos que aún en esto el Coppens no se separaba de la línea de pensamiento de Morgan.

Antes de Morgan la historia consistía en narraciones de grandes individuos que habían realizado hechos que había alterado el futuro. Por otra parte estaba surgiendo otra corriente teórica que consideraba que la historia se movía por fuerzas impersonales y abstractas en la que los individuos concretos tenían escaso o ningún influjo. Vasco considera que Morgan realizó un quiebre con la primera tendencia, pero nosotros consideramos mas bien que lo que hizo fue armonizar ambas posiciones al considerar que los avances se dan en el colectivo y de forma inconciente propiciándose las condiciones para el cambio social, pero una vez que estas se dan un individuo debe tomar la determinación y liderar el cambio, en palabras de Morgan convertirse en el “representante de un periodo, o de una sucesión de acontecimientos.” (Morgan citado en Vasco, 1994; 134) Es esto precisamente lo que hace Coppens, ya mostrando como en la naturaleza y la sociedad se dan las condiciones propicias para un cambio muestra un acontecimiento específico en el que él tenga lugar, una anécdota del tipo de la antigua historia de individuos donde estos toman en sus manos el devenir de los acontecimientos y hacen cambios que afectarán a todos sus descendientes.

Un destello atraviesa repentinamente nuestra mente, tan sólo una idea. Al principio de este texto nos planteábamos que Morgan reflejaba valores característicos de su sociedad y de su época. Ahora al toparnos con esta idea al final del texto y expresada por el mismo Morgan pensamos que podríamos haberlo dicho en sus propias palabras y escribir que Morgan es el “representante de un periodo, o de una sucesión de acontecimientos”, y la idea no se habría visto alterada. Encontrar esta idea de un autor que tan frecuentemente hemos considerado “revaluado” ¿es acaso un vestigio o supervivencia de tiempos pasados como él mismo explicaba tantas instituciones? Más aún encontrar todas sus características en Coppens que es un teórico actual.

Morgan, no sin cierta metafísica decía que desde sus momentos más primitivos todas las sociedades ya era todo lo que llegarían a ser pues llevaban en ellos el germen de todos sus desarrollos posteriores… Detenemos la marcha, reflexivos miramos hacia atrás vemos la marca de Morgan en nuestras propias ideas y obras (y las de todos nuestros contemporáneos), vemos en Morgan el germen de todos los desarrollos posteriores de la antropología, vemos que ya él era potencialmente todo lo que su ciencia llegaría a ser. Sólo en este momento hemos entendido que somos sus descendientes.


[1] Rojas, Sneider. Acerca de la complejidad social y sus referentes en el escenario del bajo río San Jorge (Caribe Colombiano). En Boletín de antropología Vol. 22, No. 39, Ene.- Dic. 2008.

viernes, 19 de noviembre de 2010

A cuatro viajeros


I

¡Qué transitados estos viejos caminos! Gastados, trillados, y ya erosionados por exceso de caminantes. Tedio produce pisarlos porque muestran las difusas huellas de todos los que por aquí han andado y vuelven a andar, y porque el exceso de uso hace del aire fresco de los campos abiertos un gas denso, caliente y hediondo. Allí donde las masas se aglomeran, allí nada vuelve a crecer, allí la tierra fértil cede su lugar a la selva gris, a la selva de “concreto” y solo a ella.

(El conocimiento es un bosque joven y la sabiduría una selva profunda y tupida.)

Mira en cambio las trochas delgadas que se internan en el bosque. Por allí han caminado tan pocos que es muy común que sea a uno mismo a quien le corresponda abrir el camino. Por allí se respira un aire fresco que reconforta del cansancio y hasta de las heridas recién adquiridas – porque no son caminos fáciles en absoluto. En lugar de la pesadez de los senderos ya transitados, en ellos nos invade algo parecido a lo que llaman libertad.

¡Ilusiones! Al final lo importante no es que los caminos sean o no lugares comunes. Si se mira con suficiente atención se ve que el bosque también está lleno de caminantes. Lo importante – al menos mi invitación – es la búsqueda del bosque. He aquí una teoría totalizante de la vida.

II

Bajando ya el sendero, hecho principalmente por los pasos de otros, pero también con la discreta contribución de los míos, miro todavía desde lo alto y admiro el paisaje. Grandeza sin límites, horizonte sin nombre. Las nubes son pasos hacia el infinito y ¡Tantas pequeñas cosas que yacen en todas direcciones! ¡Y sus tantas y tan curiosas formas! Definitivamente es demasiado para el pensamiento.

No. Este horizonte ilimitado no se deja atrapar por el concepto, y la forma exterior es demasiado para la forma interior, y… ¡Tantas cosas y sensaciones indecibles! Solo me queda callar y contemplar. Absorto contemplando desde las alturas, ya no me quedan palabras ni ideas. Ya no me quedan teorías totalizantes de la vida.

III

¿Sabes lo que es el anhelo? La mirada del viajero a lo lejos, mirando por la ventana, de noche, como la luz de la luna proyecta mil formas al jugar con el horizonte. Mil formas que finalmente no son más que el reflejo de su propia alma, de sus propios pensamientos, de sus propios deseos.

martes, 9 de noviembre de 2010

Sibundoy, Putumayo / Kamëntsá

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LA OFRENDA UASTAJUAYAN

"El 2 de noviembre es para el Camëntsá la ocasión para reencontrarse con los difuntos. El lunes anterior a esta fecha, el gobernador y los alguaciles convocan a la comunidad para limpiar el cementerio, mediante un toque de cacho, y para vísperas del dos de noviembre se alistan alimentos y chicha como ofrenda para los seres queridos que ya no están en este mundo.

Expresan los taitas que llegado el 2 de noviembre, al salir de la casa se hace una cruz tres veces y las campanas de la iglesia deben sonar, como se hace en un entierro, de esta manera los espíritus abandonan esta tierra. Se oficia una misa, dando al sacerdote 12 mazorcas junto con 24 huevos, lo cual ya no se practica. Después de asistir a la iglesia los miembros del pueblo Camëntsá se dirigen hacia el cementerio para visitar las tumbas de los familiares, se rosea agua bendita y ponen flores sobre la tumba del ser querido.

Al regresar a la casa, se consume lo ofrecido, se reparten entre familiares e invitados los alimentos y se brinda con los difuntos, se riega sobre el piso un poco de chicha de la primera totumada invocando al familiar difunto, deseando que se encuentre bien en el más allá para luego interpretar ritmos y música utilizada e el Bëtscanaté. Según los mayores es el inicio para la preparación del día grande".

Esto es tomado de la pagina del pueblo camentsa biyá

lunes, 27 de septiembre de 2010

Fragmento de "Rayuela" - Julio Cortazar



73

Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos. Entonces es mejor pactar como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas jugando con una rama seca. Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego.

Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos.

Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura?

Rebelión, conformismo, angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible.

Que sí, que no, que en ésta está...

Parecería que una elección no puede ser dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El tipo murió de un síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso. Morelli pensaba que el tornillo debía ser otra cosa, un dios o algo así. Solución demasiado fácil.

Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo. Picasso toma un auto de juguete y lo convierte en el mentón de un cinocéfalo. A lo mejor el napolitano era un idiota pero también pudo ser el inventor de un mundo. Del tornillo a un ojo, de un ojo a una estrella... ¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre? Se puede elegir la tura, la invención, es decir el tornillo o el auto de juguete. Así es cómo París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde un fuego inventado, una incandescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el Gran Tornillo, la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del Sena, máquina de torturas como puntillas, agonía en una jaula atestada de golondrinas enfurecidas. Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto desafío del fénix. Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette.


Incurables, perfectamente incurables, elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inclinamos sobre él, entramos en él, volvemos a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio, ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina esponjándose, el sí sin el no, o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas y en paz y basta.

martes, 21 de septiembre de 2010

Fragmento de "Tristes trópicos" - Claude Lévi-Strauss



¿Habrá sido entonces cuando comprendí por primera vez lo que, en otras regiones del mundo, circunstancias tan desmoralizadoras como ésta me enseñaron después definitivamente? Viajes: cofres mágicos de promesas soñadoras, ya no entregaréis vuestros tesoros intactos. Una civilización proliferante y sobreexcitada tras-torna para siempre el silencio de los mares. Los perfumes de los trópicos y la frescura de los seres son viciados por una fermentación de hedores sospechosos que mortifica nuestros deseos y hace que nos consagremos a recoger recuerdos semicorruptos.

Hoy, cuando islas polinesias anegadas de hormigón son transformadas en portaaviones pesadamente anclados en el fondo de los mares del sur, cuando Asia entera cobra el semblante de una zona enfermiza, cuando las «villas miseria» corroen África, cuando la aviación comercial y militar marchita el candor de las selvas americanas o melanesias aun antes de poder destruir su virginidad, ¿cómo la pretendida evasión del viaje podría conseguir otra cosa que ponernos frente a las formas más desgraciadas de nuestra existencia histórica? Esta gran civilización occidental, creadora de las maravillas de que gozamos, no ha conseguido, ciertamente, producirlas sin su contra-parte. Como su obra más admirable, pilar donde se elaboran arquitecturas de una complejidad desconocida, el orden y la armonía de Occidente exigen la eliminación de una prodigiosa masa de subproductos maléficos que infectan actualmente la Tierra. Lo que nos mostráis en primer lugar, ¡oh viajes!, es nuestra inmundicia arrojada al rostro de la humanidad.

Entonces comprendo la pasión, la locura, el engaño de los relatos de viaje. Traen la ilusión de lo que ya no existe y que debería existir aún para que pudiéramos escapar a la agobiadora evidencia de que han sido jugados 20 000 años de historia. Ya no hay nada que hacer: la civilización no es más esa flor frágil que preservábamos, que hacíamos crecer con gran cuidado en algunos rincones abrigados de un terruño rico en especies rústicas, sin duda amenazadoras por su loza-nía, pero que permitían variar y vigorizar el plantel. La humanidad se instala en el monocultivo; se dispone a producir la civilización en masa, como la remolacha. Su comida diaria sólo se compondrá de este plato.