viernes, 19 de noviembre de 2010

A cuatro viajeros


I

¡Qué transitados estos viejos caminos! Gastados, trillados, y ya erosionados por exceso de caminantes. Tedio produce pisarlos porque muestran las difusas huellas de todos los que por aquí han andado y vuelven a andar, y porque el exceso de uso hace del aire fresco de los campos abiertos un gas denso, caliente y hediondo. Allí donde las masas se aglomeran, allí nada vuelve a crecer, allí la tierra fértil cede su lugar a la selva gris, a la selva de “concreto” y solo a ella.

(El conocimiento es un bosque joven y la sabiduría una selva profunda y tupida.)

Mira en cambio las trochas delgadas que se internan en el bosque. Por allí han caminado tan pocos que es muy común que sea a uno mismo a quien le corresponda abrir el camino. Por allí se respira un aire fresco que reconforta del cansancio y hasta de las heridas recién adquiridas – porque no son caminos fáciles en absoluto. En lugar de la pesadez de los senderos ya transitados, en ellos nos invade algo parecido a lo que llaman libertad.

¡Ilusiones! Al final lo importante no es que los caminos sean o no lugares comunes. Si se mira con suficiente atención se ve que el bosque también está lleno de caminantes. Lo importante – al menos mi invitación – es la búsqueda del bosque. He aquí una teoría totalizante de la vida.

II

Bajando ya el sendero, hecho principalmente por los pasos de otros, pero también con la discreta contribución de los míos, miro todavía desde lo alto y admiro el paisaje. Grandeza sin límites, horizonte sin nombre. Las nubes son pasos hacia el infinito y ¡Tantas pequeñas cosas que yacen en todas direcciones! ¡Y sus tantas y tan curiosas formas! Definitivamente es demasiado para el pensamiento.

No. Este horizonte ilimitado no se deja atrapar por el concepto, y la forma exterior es demasiado para la forma interior, y… ¡Tantas cosas y sensaciones indecibles! Solo me queda callar y contemplar. Absorto contemplando desde las alturas, ya no me quedan palabras ni ideas. Ya no me quedan teorías totalizantes de la vida.

III

¿Sabes lo que es el anhelo? La mirada del viajero a lo lejos, mirando por la ventana, de noche, como la luz de la luna proyecta mil formas al jugar con el horizonte. Mil formas que finalmente no son más que el reflejo de su propia alma, de sus propios pensamientos, de sus propios deseos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario